La cantidad de personas que corren regularmente como hábito de vida ha crecido de forma espectacular en los últimos cinco años. Y no es una moda, es un redescubrimiento de una actividad para la cual nacemos listos y programados y que nos da enormes beneficios en la salud.
Con tal crecimiento, también ha habido un aumento en la cantidad de personas que se ofrecen como entrenadores de atletismo, muchos de los cuales ponen en riesgo a los atletas pues carecen de estudios y no tienen más metodología que la que han aprendido ellos mismos corriendo un fin de semana sí y otro también.
A continuación te damos cinco pistas para que sepás cuando estás tratando con un entrenador de dudosa procedencia:
1. Te promete que cumplirás tus metas. Cualquier "entrenador" que te garantice que cumplirás tus metas es un mal entrenador; primero porque no hay fórmulas que garanticen el éxito al 100% y segundo y más importante porque las metas simplemente no dependen de él, dependen de vos como atleta. Lo más que te dirá un entrenador responsable es que la meta es posible y que te llevará hacia ella con este u otro método.
2. No te cobra. Yo sé que hay casos especiales, de amigos o familiares que por su cercanía con el entrenador recibirán un buen descuento o el plan gratuito. Pero en general, un entrenador que no te cobra o te cobra demasiado barato es porque no valora su tiempo, su trabajo y sus conocimientos, y eso habla mal de su preparación. Un entrenador que ha leído, ha estudiado y se ha preparado va a valorar su esfuerzo y te cobrará lo que considera justo por poner ese conocimiento a tu disposición.
3. Omite preguntas básicas. Para elaborar un plan de entrenamiento que se adapte a las características del atleta, es necesario saber, como mínimo: cuáles son tus objetivos a corto, mediano y largo plazo, cuánto tiempo estás dispuesto a invertir para lograr tus metas (días por semana entrenando), cuáles son tus antecedentes de ejercicio reciente (últimos tres meses al menos), si tenés algún problema de salud o limitante para ejercitarte. Esto es lo mínimo, de ahí se parte. Pero si ni siquiera se preocupa por averiguar qué has hecho recientemente significa que te va a recetar un plan sacado de cualquier lado, sin adaptarlo a tus necesidades y características.
4. No sigue un proceso. El entrenamiento es una adaptación, y la adaptación es un proceso de estrés y descanso que debe respetarse. Si tu entrenador te pone a correr mucho muy pronto, no está siguiendo un proceso adecuado y fácilmente te llevará a una lesión.
5. No se preocupa por saber cómo te ha ido. El entrenador debe interesarse por vos, preguntarte cómo has sentido los entrenamientos, las sesiones que más te cuestan, las que sentís más fáciles, etc. Esta comunicación atleta-entrenador es esencial para ir puliendo el programa y que cada vez se adapte más a tus características, que son únicas.
6. No es flexible. ¡Estire así! ¡Caliente asá! ¡Corra lo que le digo! Todo entrenador tiene su método, y está bien, es su forma de hacer las cosas y, con base en sus estudios, es lo que considera mejor y más efectivo. Pero todo método debe ser flexible, y la razón es que todas las personas son distintas y se adaptan de manera distinta. No a todos los corredores les funciona estirar, por ejemplo, y mucho menos estirar de una manera impuesta a la fuerza. A unos atletas les viene más fácil la velocidad, a otros los fondos. El entrenador debe ir descubriendo estas características en sus atletas y adaptar su método a lo que más les funciona. Si tu entrenador te obliga a hacer las cosas solo a su manera, es una mala señal.
En general, tenés que sentirte a gusto con tu entrenador. El trato debe ser amable, respetuoso y te debe inspirar confianza para alcanzar tus metas. Es vital que haya una comunicación abierta, que escuche tus observaciones y que se interese constantemente por tu evolución. En todo caso es buena idea preguntarle desde el inicio cuáles fueron sus estudios y por qué se considera capacitado para entrenarte. No es una pregunta grosera, y si es un entrenador bien preparado no tendrá ningún problema en hablar sobre sus estudios.